Camino entre dos mundos (III)

(PAUSA: Ahora que gracias al post anterior,ya encontré los nombres idóneos para cada personaje, nos será más fácil seguir el ensayo).

Raúl se había despedido de sus amigos de siempre, dejando a ellos boquiabiertos, porque les dijo que iba a estudiar lo poco que queda del curso para intentar subir la media de sus paupérrimas notas. Iba a estar tan ocupado, que no tenía tiempo para pensar en cómo agredir a Borja, tampoco quiere hacerlo, después de tener el gesto de comprarle el libro que, pocas horas antes, destrozó en medio de un arrebato de furia. Sus amigos se fueron sin más, con unas caras que parecía que lo estaban juzgando por ese repentino cambio, y más cuando hablaba bien de un chico afeminado que no pueden soportar. Raúl se cuestiona mentalmente si ha hecho bien en comprarle el libro, pero después sonríe recordando cuando Borja le tocó el hombro, sin ningún propósito para alabar por su fuerza, dedicándole unas hermosas palabras de motivación: "Si fuera tu amigo, te apoyaría en todo, en el fondo tienes un corazón increíble, solo necesitas alguien cercano que te ayude a soltarlo. Y lo aprendí de una amiga". Ahora piensa y siente en el cambio. Entra en su portal, donde vive, y coge el ascensor. Al notar que está ocupado, prefiere subir por las escaleras, aunque viva en un séptimo piso. Desde el quinto ya podía oír a sus padres gritarse el uno al otro, discutir. No quiso entrar en casa. Como el ascensor ya estaba libre, decidió llamar desde el quinto, y salir un rato de casa.

Borja llegaba también a su portal, mientras piensa en el libro que pudo recuperar gracias a pero antes de sacar las llaves para poder abrir la puerta, se da cuenta que se le olvidaba comprar los ingredientes para cocinar una receta para degustar en la casa de Nathan. Se da la vuelta y se dirige hacia una tienda ecológica. Está decidiendo de ir a una próxima que está en su barrio, o ir a uno más lejano donde sabe que lo va a tener todo.
Raúl está sentado en un parque próximo a su casa, sin saber qué hacer o a dónde ir para hacer tiempo. Está muy agobiado, se sienta y se levanta, constantemente, de los bancos llegando a pensar que tal vez debería morir y dejar de existir en este mundo. Alguien por detrás le responde "Jooo, yo te echaría de menos". Es Borja que pasaba por ahí para ir a una tienda ecológica. Finalmente decidió por el más lejano. Un poco aturdido, Raúl le saluda. Su corazón se tranquilizó y se siente mejor por tener una companía en el momento adecuado. Borja le propone que le acompañe a la tienda, explicándole que iba hacer una receta para luego llevar a casa de Nathan, porque habían quedado todos para hacer los deberes. Raúl le vino, de pronto, la idea de ir a un centro de estudios para adelantar deberes y evitar estar en casa sufriendo por las movidas de sus padres.


Boceto personal. Borja imita el baile del gorila de Francesco Gabbani en Eurovisión 2017 representando a Italia (enlace), para que Raúl se ría, al notarlo tenso


Borja le propone que se punte, sabiendo que antes Nathan y Raúl fueran amigos, y tal vez se alegraría que se uniera al grupo. Raúl se lo pensó, pero sintió que iba molestar, y se lo dice abiertamente a Borja, porque en el pasado insultó y faltó el respeto a sus amigas, y no creé que estuvieran encantadas de verle, además le comenta que prefiere estar un poco solo e ir a un centro de estudios y adelantar un trabajo de filosofía, aunque no está inspirado para buscar tema. "No voy a Filosofía, pero seguro que lograrás escribir sobre algo grande y diferente". Raúl coge de la barbilla a Borja y mira de cerca como evoluciona la zona de los ojos y el pómulo. Le vuelve a sentir por lo que hizo y que no tendrá que maquillarse otra vez. Borja dice que no siente dolor, pero le dije que a veces prefiere que le peguen a que le insulten o se rían de él, porque el dolor de la bofetada se marcha pasados unos segundos, pero el sentimiento del dolor cuando te humillan es más permanente, y no se marcha tan fácilmente. Borja lo tiene claro, empieza a poner caras graciosas y Raúl, mirándole, empieza a descojonarse con él. Unas risas que continúan dentro de la tienda, y las dependientas los saludan con mucha alegría, aún atendiendo a otros clientes.
Borja está atento, enfocando su visión de qué preparar, mientras está echando un ojo a las verduras y frutas frescas. Raúl le pregunta qué tiene pensado hacer, añadiendo que le gustaría un guiso con garbanzos. Raúl vuelve a mirar a Borja y ve que éste le ha vuelto a poner una cara graciosa, sinónimo de agradecimiento por darle inspiración. Raúl se ríe tan fuerte que los escuchan toda la tienda, y ambos piden perdón agachando la cabeza como si fueran japoneses. Una de las dependientas queda libre y va a ayudarles. Borja le pide consejo para hacer un guiso vegetal. La dependiente le regala una ficha con una receta con la preparación del plato. Entra otro cliente, la dependienta va a atenderle pero están en su casa. Borja ya estuviera más veces comprando ahí: "Trabajo en equipo!!". Le dice a Raúl que él va a dictar los ingredientes, y él a buscarlos.

Lee la ficha y piensa que, de la tienda, sólo necesita coliflor, garbanzos ya cocidos en bote de cristal, porque patatas y las especias de curry y comino ya los tiene en casa. Como todo es nuevo para él, Raúl le pregunta, con un poco de vergüenza, la razón de servir los frescos en bolsas de papel, en vez de las de plástico de toda la vida. Borja se hace el serio, y le responde que las bolsas de papel son biodegradables ya que están hechas de fécula de patata, mientras que las bolsas de plástico son contaminantes. Le dice que le encanta la naturaleza y el respeto por el medio ambiente. Raúl intuía que una persona como él, con tanta sensibilidad, y un devora-libros, le atraiga dichos temas. Justo en ese momento recordó que le prestó el libro que le compró para que lo leyese él primero, y le vino la idea de leerlo cuando llegue al centro de estudios y así completar ese tiempo que necesita. Borja saca de su bolso otro bolso, pero de tela, para guardar todo lo comprado. Raúl sonríe cómo su nuevo amigo piensa en todo, al detalle. En el último momento, Borja coge, a granel, unas palmeras artesanas sin azúcar. Las dependientes se sorprenden que personas tan jóvenes ya quieren cuidarse. Una vez que los dos dejan la tienda, ellas creen que hacen una buena pareja, aunque ellos no las hayan oído.

Borja insiste que se una a ellos para hacer los deberes. Ante otra negativa, porque quiere ir a un centro de estudios, no insistió más. Entonces Borja le da las palmeras dulces que compró, para que no pierda hambre. De pronto, a Borja le suena el móvil. Ha recibido un whatsapp, y se pone nervioso y rojo. En un instante, Raúl le pregunta si está bien. Borja le responde que no, que está bien, se despide sin más, y le dijo que mejor vaya a la Biblioteca del Fontán, que se encuentra rodeando la manzana, porque estará en un ambiente más tranquilo que en un centro, y se marcha para su casa. Raúl exclamó para si mismo, qué extraño irse así. Coge el libro de su mochila y se dirige hacia la biblioteca, entra y presenta, en recepción, su carnet de la Biblioteca del Principado (con esa tarjetita se puede entrar en todas las bibliotecas municipales de Asturias, en todos los concejos), y escoge un asiento tranquilo, y procede a leer el libro. Por su parte, Borja está muy nervioso, porque antes recibió un mensaje de una persona misteriosa, pero no muestra su nombre ni foto, que quiere conocerle. Al principio no le presta atención, pero al recibir muchos pitidos de la aplicación en menos de un minuto, se para y lee los textos. Le escribe preguntando cómo consiguió su número de móvil, al cual le responde por el fichero de la biblioteca del instituto, añadiendo que sí, que se encuentra en el mismo instituto que él, pero no se atreve a revelar su identidad, que lleva observándolo desde hace mucho tiempo y querría conocerle una vez que acaben las clases, fuera del ámbito ruidoso del instituto. Borja no se atreve a contestar, quita los datos y el wi-fi de su móvil para no oír más pitidos. No está tan alegre y cómodo como antes. Hasta pensó acompañar a Raúl en la biblioteca, pero sería demasiada molestia, por tanto, guardó el móvil en su bolso, y enfocó sus pensamientos en ofrecer su guiso a sus amigos. Ya le cambió la cara a mejor, y se dirige a su casa más tranquilo.

Mientras, en el infierno, Nathan -padre, recordad que se llama igual que su hijo, Nathan- entra en la biblioteca de literatura hispana, para usar sus ordenadores para buscar algún información del chico que se sentó en su tumba, aunque sin éxito al principio. Ha probado con el nombre, y otras muchas opciones de búsqueda, pero tampoco, nada. Nathan se encuentra un poco cansado por los dos turnos de hoy en el trabajo, incluso le duele la cabeza. O tal vez sea por la decepción por no haber conseguido información.
Para hacer la gracia, pone en el buscador su propio nombre y apellidos, y encuentra antiguas noticias de él cuando ganó una competición de pilotaje y acrobacias en Inglaterra, así como su accidente en Asturias, que le causó la muerte. Aunque estén en el más allá, pueden consultar noticias y datos de la tierra, y en cualquier idioma. Más abajo de la lista de datos que busca con su nombre completo, también vio una noticia, por casualidad, sobre un chico menor de edad, con su mismo nombre, que atropella a su madre en un accidente de coche. Por la descripción, cree que puede tratarse del mismo chico que conoció a noche viendo a su madre. Todo va encajando. Su madre falleció pero él sobrevivió. Nathan consulta otra noticia en que se desmiente que el niño haya atropellado a su madre, si no que ella se cayó por un barranco de tierra y rocas, mientras lo estaba buscando, lo que explicaría los golpes en la mayoría de su cuerpo, y no en una zona concreta. Luego pudo leer diversas prensas digitales disculpándose por haber supuesto que el chico era un asesino.
Nathan se repite para sí mismo "pobre chaval" porque siente que tiene un vínculo especial con él, si no no le iluminaría el gps de su aparato que tiene en su avión, un aparato ingenioso que se da a cada recién fallecido para cuando alguien va a visitar su tumba, más tarde de medianoche, pueda visitarlo, y además sirve como traductor comunicativa de idiomas y lenguas: hablas con la otra persona en tu idioma y el aparato se lo traduce al instante para comprenderte, y viceversa. La prensa filtra el nombre de la mujer, pero en otro reportaje puede ver la foto de esa mujer, de joven con aspecto más veinteañero. Se queda petrificado, parece asustado, porque coincide con el nombre completo de Diana. Parece que su corazón late a mil por hora, y lleva sus manos a la cabeza. ¿Qué está recordando? ¿En qué metió la pata? Vuelve a ver con atención dicha foto, y la mujer con la que sentía algo especial, hasta el punto de enamorarse, resulta que fue su antiguo ligue en la tierra. La reconoció, es Diana solo que la mujer que ve casi todos los días en el cielo está más envejecida. Y lo que es, quizás, más importante para él y empieza a cuestionar ¿El chico que lleva su mismo nombre es su hijo? Pero entonces, el niño pequeño que está con ella ¿Quién es? Nathan abandona la biblioteca, sale, y llama a un compañero para haber si podrían quedar por la noche a tomar unas copas, porque necesitaba charlar con alguien. Coge el tranvía y se dirige a su casa.

En el cielo, Diana aterriza su corazón globo para dejar a una pareja de ancianos frente a su casa de campo y que se puede ver un inmenso lago precioso a lo lejos, y que le recuerda a los Lagos de Covadonga. Normalmente era su día libre, quería contarle más cuentos a su hijo, y recolectar energía para su casa, pero recibió un aviso urgente para ir en busca de unos ancianos que se mudan al cielo temporalmente. Ellos viven en el infierno durante todo el año, pero no han podido esperar a la llegada del verano para vivir unos meses fuera de tanto ajetreo de la gran ciudad, y cuidarse en un ambiente más humilde. Diana, siempre acompañada de su hijo, los recogió en las oficinas fronterizas entre el cielo y el infierno, un edificio situado encima de un grupo de tres túneles que se puede pasar, sin problemas, de un mundo a otro, pero se tiene que comunicar en las oficinas. Por su pronunciación al hablar, parecía que venían de la parte italiana del infierno. Para pagar el favor de haberlos trasladado, los ancianos le dieron comida, además unas pocas verduras de su pequeña cosecha del infierno. Además, les anima a volver a visitarles, porque creen que su cuidadora, de nombre Jeanne, se trata de la misma Juana de Arco que llegará en breves de la parte francesa del cielo. El niño está extasiado por conocer a Juana de Arco, porque le encanta los cuentos que transcurren en el mar, también de batallas. A su madre le gustaría conocer a Hipatia de Alejandría, Alejandro Magno o a Virginia Wolf, que seguro vivirán en los infinitos cielos. Ambos les pide si podrían descansar frente al lago, a lo que los ancianitos responde con un alegre "sí". Madre e hijo se ríen y empiezan a comer una rica empanada casera que les encanta.

De vuelta al infierno, y aún aturdido, Nathan entra casa. Ni siquiera hace caso de su correspondencia recibida, tirada aleatoriamente en el suelo. Va directo a su habitación a cambiarse de vestuario, y tirarse a su cama, primero boca bajo, para descansar. Luego se da la vuelta para reflexionar y tratar de recordar lo que sucedió esa noche con Diana, si se han acostado, y en tal caso, la dejase embarazada. Lo poco que se había fijado en él, notó un cierto parecido físico. Aún así, un montón de preguntas se llenan en su pequeño cerebro, hasta llegar a la conclusión de que debería quedar con ella y hablar seriamente sobre las posibilidades. Sólo está concentrado en todos esos pensamientos, aunque por una parte, le resulta gracioso la posibilidad de llamar hijo a un chico al que sólo le lleva cinco años, pero es pronto para ilusionarse demasiado, porque luego llegaría las decepciones. Más calmado, y siendo más optimista, le alegra la idea de ser padre, pero se apena de que en la tierra era un mujeriego, y evitaba relaciones serias con alguna mujer. También teme como pueda reaccionar Diana ante todas las piezas a encajar. Llega a la conclusión que, primero, va a esperar hasta que su tocayo amigo vuelva a visitar su tumba y así tener oportunidad de decir todo lo que sabe. Más relajado, se va a la ducha.

En la Tierra, Raúl mira el reloj, son las cinco y cuarto de la tarde, pero seguirá haciendo tiempo hasta las siete. Sigue pensando de qué tratar su trabajo de filosofía, mientras sigue leyendo el libro que le prestó Borja, sobre los proverbios del Dalai Lama y cómo ve la vida en la presente tierra, la muerte y la continuación hacia esa nueva vida. Siente que ya tiene bastante con soportar esta vida, como para vivir sufriendo otra nueva. En un párrafo lee que toda la humildad debería ser igual en físico, sin géneros, con el único fin de aprender y comprender otras culturas. Le ha gustado esa frase. Parece que empieza a desarrollar un posible tema para su trabajo. De pronto, una chica que estaba sentada a su lado, se le cayó un muñeco de madera articulado que utilizan los artistas para dibujar poses humanas. Raúl se lo coje, primero se queda atótito mirando el muñeco durante largos segundos. Distraído durante un rato, vuelve en sí. "¿Te inspira el muñeco?" le dice la chica. Él le explica que estaba buscando un tema para un trabajo y cree que ya lo tiene. Le vino la bombilla iluminada que necesitaba. Ahora centra su vista hacia varios bocetos y diseños que tiene encima de su mesa, y que siente curiosidad, y no duda en alabar su trabajo y admitir que es muy buena. La chica, un poco tímida, le agradece el cumplido, y se presenta. Se llama Cristina, aunque los amigos, la abrevian Cris.
Raúl, también tímido, la invita a tomar un café o comer algo. Ella mira el reloj y no se niega a la petición, aunque le avisa que a las seis y media había quedado con unos amigos, y puede seguir haciendo los dibujos allí, además estaba hambrienta porque después de acabar las clases en el bachillerato de arte, fue directamente a la biblioteca para adelantar tarea, y tener un fin de semana más libre.



En una cafetería de al lado de la biblioteca, Cris le muestra fotos de sus obras que tiene guardados en su móvil, unos cuadros que para Raúl le llena de serenidad y reflexión, y se sincera con ella deseando que debería organizar exposiciones y tener un éxito considerable. Ella responde que sueña con buscar un local y dar clase de pintura, tanto a adultos como a niños, pero tal vez en diferentes turnos, porque hay adultos que no soportan la presencia de los niños. Él comprende la situación, añadiendo que no debería ser así, y aprovecha para contar los problemas que tiene con sus padre, discuten entre ellos, se gritan, le humillan y le gritan, y cree que a raíz de ello, no es un buen chico en el instituto. Ella lo escucha atentamente. Él quiere cambiar a mejor pero admite que no será fácil y más con unos padres ocupados de sí mismos. Le pide disculpas porque no quería que la conversación fuese un drama, y más hablando de sueños. Ella le dice que nunca juzga nada, que le encanta conocer distintos perfiles de personas, conversar de todo sin tabúes, descubrir a la gente por su corazón, y agradece la sensibilidad que está mostrando.
Él quiere retratar eso en su trabajo sobre los crímenes de la humanidad, con símbolos, y usando los muñecos articulados como inspiración. Cris le pregunta si tiene un muñeco así en su casa. Él dice que no. Ella tiene muchos en su bolso de artista, y le concede uno de regalo. Le pide que lo cuide muy bien que aunque sean cosas inertes, tienen la energía, pasión y alma del artesano que lo fabricó. Él se siente conmovido por las tiernas palabras que le dedicó. Llegó la hora, ella tiene que irse, pero le recuerda que en caso de que sienta que está en peligro en el instituto, puede cambiar y empezar una nueva vida, siempre antes admitiendo y enfrentando el error del pasado, y estar dispuesto a cambiar la forma de pensar, además de alabar su madurez, porque no es fácil que un adolescente problemático quiera atraer momentos agradables para si. Le invitaría a ir con ella, pero no se atrevió porque era en casa de otro que aún no conoce. Salen de la cafetería, y se pasan los números y el facebook, y se van cada uno a su nuevo destino. Raúl se dio cuenta que aún le quedaba una palmera artesana que le compró Borja y se lo come con entusiasmo.

Cuando llega a su portal, vuelve a escuchar a sus padres discutiendo desde fuera de la puerta principal, respira y espira varias veces, y esta vez entra con valentía. Sin pensarlo dos veces, se dirige a cada uno de ellos, les da un beso en la mejilla, y se va a su habitación a continuar leyendo el libro de Dalai Lama. Ya no hay chillidos en la casa, si no un silencio esperanzador, un ambiente tranquilo. Los padres van a su habitación y ven a su hijo sentado en su escritorio, a punto de leer. La madre sonríe y se va a la cocina. El padre, en cambio, coge el libro y al ver en la portada que sale el más célebre monje budista, y ver que su hijo saca un muñeco articulado de su maleta, le pregunta si está bien. Raúl les contesta que sí, que tiene que hacer un trabajo importando para el lunes. El padre no le molesta más y le acaricia su pelo despeinado de haber quitado su gorro. En la cocina, el padre le da un largo abrazo a su mujer, y se va a trabajar. Pocos minutos más tarde, ella se despide de su hijo porque va a clases de pintura en horario nocturno, y que no volvería hasta casi las once de la noche. Su hijo le responde que no hay problema, antes que se marche le pide a la madre un disco de su colección, de una cantante que le gustaba oír de niño. Su madre va a su habitación, y entre sus discos, escoge uno de Alanis Morissette, de 1998, la polémica 'Supposed Former Infatuation Junkie', aunque su marido se lo había regalado a principios de 1999, cuando dió a luz a Raúl. Su madre se va más tranquila al taller de pintura, y él pasa directamente a la tercera pista del disco, dando las GRACIAS por un día tan completo, y procede a escribir los primeros versos de su trabajo.

Continuará...




Una canción idónea para pedir las gracias, aunque sea irónicamente, a la sociedad actual. Gracias, porque se puede aprender, descubrir y cambiar un pensamiento, una acción, o aspecto de vida, y a tu ritmo.

Y unas frasecitas dedicadas a la comprensión mutua. Tanto la madre como el padre de Raúl necesitaban un afecto de un segundo, en este caso de su hijo. Cada uno de ellos, como seres humanos, tienen momentos que lo pasan mal, según el entorno en que puedan estar: en un trabajo o un instituto. Un símbolo de cariño ya te cambia la energía y ya no se reacciona con furia, tu mente ya está ocupada en esa muestra positiva, en este caso, el beso de tu hijo.


pero...


Seguramente, el padre pasará una velada agradable en su turno de trabajo, la madre concentrará sus energía en pintar un gran cuadro en el taller, y su hijo Raúl podrá sentirse bien y dejar de enfocar su rabia pegando a otro chico, en expandir su mundo a los demás. A veces, los padres quieren sentir que el hijo les hable de lo que sea, y se sientan queridos, escuchar, y ser escuchados con amor.

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